sábado, 2 de febrero de 2013

El hombre, Depredador de la Naturaleza



Desde los tiempos más remotos los seres humanos han estado a favor de la avaricia de ser el dominante o en busca del dominio global, tanto así, lo esta llevando al deterioro y a la destrucción del medio ambiente.

          El rápido avance tecnológico producido tras la edad media culminó en la Revolución Industrial, que trajo consigo el descubrimiento, uso y explotación de los combustibles fósiles, así como la explotación intensiva de los recursos minerales de la Tierra.  A través  de la Revolución Industrial los seres humanos entablaron realmente a cambiar la faz del planeta, la naturaleza de su atmósfera y la calidad de su agua. Hoy, la demanda sin precedentes a la que el rápido crecimiento de la población humana y el desarrollo tecnológico someten al medio ambiente, está produciendo un declive cada vez más acelerado en la calidad de éste y en su capacidad para sustentar la vida.
          En este sentido la especie humana actúa sobre la naturaleza en función de sus necesidades virtualmente ilimitadas la denomina y la explota, la depreda y eventualmente la destruye. En el mismo proceso la especie humana se hace de si misma, se transforma, se desarrolla capacidades de fuerzas productivas. Todo ello se da en el interior de las redes de la relación entre individuos y grupos, la especie humana ejerce el control creciente sobre su entorno, crea y domestica fuerza de toda índole, se convierte en un agente decisivo de la evolución de la biosfera, y el principal predador del planeta al que degrada hasta amenazar su propia supervivencia.
Según Colees, citado por la UNESCO (1981), el ser humano desde su primera aparición en a tierra ha estado estropeando su medio. Pero sólo en siglo XX, las crecientes presiones de la población y la tecnología han formulado a cuestión de la supervivencia misma del hombre. Sin embargo, el hombre primitivo tuvo suerte increíble. En muchos lugares, los bosques que quemaron fueron reemplazados por tierras cubiertas de pastos, capaces de mantener crecientes poblaciones de mamíferos, herbívoros y estos pastizales enriquecieron las tierras.
          En un primer caso se tiene a la sociedad de subsistencia en la cual el objetivo primordial de la producción es la satisfacción de las necesidades básicas de la población. En segundo caso tenemos la sociedad mercantil simple en la cual el objetivo de la producción, además de satisfacer las necesidades básicas, es producir ciertos excedentes que al ser intercambiados o enajenados complementan la base de subsistencia de la población sin fines acumulativos. El nivel de las fuerzas productivas es ligeramente mas notificado, dado que las necesidades comerciales y de intercambio les permite incorporar innovaciones tecnológicas que hacen más eficiente el proceso productivo.
          Esta constante histórica se amplifica y se acelera a partir y a través de la constelación de la modernidad constituida por el capitalismo, la industrialización, las revoluciones científicas y tecnológicas, la hiperurbanización, el espíritu fáustico, el Estado moderno y la internacionalización.
          El principal objetivo de la sociedad industrial es el logro de altos niveles de producción mucho más allá de las necesidades de la sociedad. Este tipo de sociedad tiene en la actualidad dos variantes: la sociedad capitalista industrial y la sociedad socialista industrial. En ambas relaciones de producción se caracterizan trabajadores directos y trabajadores no directos ya que estas poseen dos dialécticas muy distintas la cual forman una gran contradicción entre los medios de producción socialista y capitalista. Las actividades económicas desarrolladas por el hombre generan los bienes y servicios que garantizan su bienestar social. Estas, cada día son más complejas y requieren del uso de tecnologías más avanzadas, de forma tal que mantengan un alto nivel de productividad. Sin embargo, muchas de esas actividades son fuente de contaminación, lo que constituye un problema que afecta la vida sobre el planeta.
          Los problemas ambientales de la época actual, están directamente asociados con el modelo de sociedad industrial la revolución tecnológica, aunque ha sido eficiente en lo referente a aumentar y optimizar los procesos de trabajo desde un punto de vista productivo, ha significado una fuerte alteración en el orden de las relaciones ambientales, puesto, que la producción industrial está presionada por un sistema económico basado en la capitalización de la productividad.

          Estos elementos ya antes mencionados como lo es el crecimiento tecnológico dentro de los países que poseen un buen ambiente natural, el capitalismo implementa sus fuerzas productivas y lo convierte en una nueva victima de la ambición de la transnacionalidad echar por tierra a todo el ecosistema natural.
          Se juzga que hombre se ha convertido en el voraz destructor de la fuente natural de su propia vida, en su afán por superarse y, que en cierta forma se siente un poco Dios; creador, inventor, transformador, dueño de la vida, patrón del universo, se olvida que todas las cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su lugar en la rueda de la vida, que cada una tiene un rol.
          En este sentido destruye su hábitat con verdadera saña, como si odiara la bellísima morada en que vive, y a las criaturas que le acompañan y viven con él. Acaba con las plantas que son su abrigo, su alimento y medicina, sin el menor agradecimiento, sin la más mínima consideración. Destruye y aniquila. Bombardea la tierra y todo ser vivo que se le atraviese con fuerza destructora.
          Y así pudiéramos hacer una relación de cuanta cosa destruye y/o intenta destruir el hombre en su paso por la tierra y cada generación, como si fuese la última que fuera a existir. Tanto es el afán destructor del hombre, que intenta por igual destruir su pasado y el pasado histórico, los patrimonios de la humanidad.
          En Europa la naturaleza ya perdió la Batalla frente al Hombre, mientras que en nuestra América Latina todavía hoy las fuerzas naturales se oponen y luchan al avance de una civilización y que ahora muestra por todas partes su rostro destructor y depredador.
Como dijo Friedrich Holderlin “hay que tener respeto por la naturaleza esa es la clave de la supervivencia de la Humanidad y América Latina es todavía el reino de la naturaleza y es por eso una región de resistencia y de esperanza”.
Como nos dice también Pablo Neruda en su Canto General “esos pueblos indígenas a los que fue tan difícil conquistar, hasta el punto de que muchos de ellos prefieren la muerte en combate, a la sumisión, no son simplemente habitantes de la tierra, huésped de la tierra, sino la tierra misma”.
          Están los inconscientes que sólo consideran vida, la única digna de conservarse, la humana, como si la vida no fuera toda la naturaleza, de la que apenas somos una entre billones de especies y formas de vida.
          A los humanos nos tomó millones de años convertirnos en la especie dominante que hoy arriesga su propia supervivencia si no se detiene el acelerado proceso de destrucción de la biosfera. Nuestra raza humana, cada uno de sus grandes grupos y cada uno de los individuos que la formamos, deberíamos dejar llevarnos por el instinto de supervivencia de la especie para prolongar su permanencia en el planeta. De eso se ha tratado a lo largo de la existencia de la humanidad.
          Los que habitan la Tierra enfrentan riesgos reales y crecientes, la flora, la fauna y la humanidad (el hombre es también autodestructivo). Se empeña en la destrucción social de las regiones, ataca a la especie misma, se muestra peligroso por temperamento,
          Hace guerras donde quedan millones de muertos, consume drogas y estupefacientes, intercambia virus genéticamente modificados, con lo cual se crea epidemias letales. Como ejemplo el SIDA. El Periódico Médico Británico asegura que "el SIDA superará la peste negra que sacudió al mundo en el siglo XIV".
          El trabajo técnico y científico del hombre calienta la Tierra, el agente calorífico es el bióxido de carbono (CO2). Es consecuencia de la industria petroquímica, de la combustión de carbón, gas y petróleo, y del monóxido de carbono de los vehículos. Dados sus efectos, la temperatura ambiental del Planeta aumenta, la nieve se derrite en las montañas, las áreas polares se deshielan, el nivel de las aguas marítimas sube, en las zonas templadas las personas muere de calor.
          El agua, sustento de la vida, va desapareciendo, se ensucian los ríos, mares y quebradas merman o se secan. En contraste caen diluvios en amplias zonas de la Tierra. El cuadro de inundaciones, ahogados y desaparecidos es enorme. Los océanos reciben diariamente grandes cantidades de desechos líquidos y sólidos, basuras y excretas, procedente de grandes y pequeñas ciudades.
          Las selvas, océanos selváticos, fuentes de oxígeno y energía, depuradores atmosféricos, están atacadas, intensamente quemadas, talados sus árboles naturales, intervenidas las cadenas biológicas, aisladas las especies, dañadas sus poblaciones indígenas, alteradas sus condiciones naturales. Las reemplazan con hatos ganaderos o cultivos transgénicos que modifican genéticamente las plantas y alteran el ecosistema. La caza y pesca industriales exceden la capacidad de reproducción de las especies.
          El impacto del hombre sobre la Tierra equivale a una colisión con un gran meteorito. Dadas estas condiciones, debemos declarar al planeta Tierra en estado de emergencia, proponernos su sustentabilidad e incorporarla dentro de nuestro planes, locales y globales, como área de protección integral.
          El hombre busca utilizar los recursos que le brinda la naturaleza en su beneficio, y no está mal que se intervenga en cierta medida en el ciclo natural, pero es necesario siempre respetar el equilibrio interno elemental de la vida con el medio ambiente.

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