Desde los tiempos más remotos los
seres humanos han estado a favor de la avaricia de ser el dominante o en busca
del dominio global, tanto así, lo esta llevando al deterioro y a la destrucción
del medio ambiente.
El rápido avance tecnológico producido tras la edad media
culminó en la Revolución
Industrial, que trajo consigo el descubrimiento, uso y explotación
de los combustibles fósiles, así como la explotación intensiva de los recursos
minerales
de la Tierra. A través
de la
Revolución Industrial los seres humanos entablaron realmente
a cambiar la faz del planeta, la naturaleza
de su atmósfera
y la calidad
de su agua.
Hoy, la demanda sin precedentes a la que el rápido crecimiento de la población
humana y el desarrollo
tecnológico someten al medio ambiente, está produciendo un declive cada vez más
acelerado en la calidad de éste y en su capacidad para sustentar la vida.
En este sentido la especie humana actúa sobre la naturaleza en función
de sus necesidades virtualmente ilimitadas la denomina y la explota, la depreda
y eventualmente la destruye. En el mismo proceso la especie humana se hace de
si misma, se transforma, se desarrolla capacidades de fuerzas productivas. Todo
ello se da en el interior de las redes de la relación entre individuos y
grupos, la especie humana ejerce el control creciente sobre su entorno, crea y
domestica fuerza de toda índole, se convierte en un agente decisivo de la
evolución de la biosfera, y el principal predador del planeta al que degrada
hasta amenazar su propia supervivencia.
Según Colees, citado por la UNESCO (1981), el ser
humano desde su primera aparición en a tierra ha estado
estropeando su medio. Pero sólo en siglo XX, las crecientes presiones de la
población y la tecnología han formulado a cuestión de la supervivencia misma
del hombre. Sin embargo, el hombre primitivo tuvo suerte increíble. En muchos
lugares, los bosques que quemaron fueron reemplazados por tierras cubiertas de
pastos, capaces de mantener crecientes poblaciones de mamíferos,
herbívoros y estos pastizales enriquecieron las tierras.
En un primer caso se tiene a la sociedad de subsistencia en la cual el objetivo
primordial de la producción es la satisfacción de las necesidades básicas de la
población. En segundo caso tenemos la sociedad mercantil simple en la cual el
objetivo de la producción, además de satisfacer las necesidades básicas, es
producir ciertos excedentes que al ser intercambiados o enajenados complementan
la base de subsistencia de la población sin fines acumulativos. El nivel de las
fuerzas productivas es ligeramente mas notificado, dado que las necesidades
comerciales y de intercambio les permite incorporar innovaciones tecnológicas
que hacen más eficiente el proceso productivo.
Esta constante histórica se amplifica y se acelera a partir y a través
de la constelación de la modernidad constituida por el capitalismo, la
industrialización, las revoluciones científicas y tecnológicas, la
hiperurbanización, el espíritu fáustico, el Estado moderno y la
internacionalización.
El principal objetivo de la sociedad industrial es el logro de altos
niveles de producción mucho más allá de las necesidades de la sociedad. Este
tipo de sociedad tiene en la actualidad dos variantes: la sociedad capitalista
industrial y la sociedad socialista industrial. En ambas relaciones de
producción se caracterizan trabajadores directos y trabajadores no directos ya
que estas poseen dos dialécticas muy distintas la cual forman una gran
contradicción entre los medios de producción socialista y capitalista. Las
actividades económicas desarrolladas por el hombre generan los bienes y servicios
que garantizan su bienestar social. Estas, cada día son más complejas y
requieren del uso de tecnologías más avanzadas, de forma tal que mantengan un
alto nivel de productividad. Sin embargo, muchas de esas actividades son fuente
de contaminación, lo que constituye un problema que afecta la vida sobre el
planeta.
Los problemas ambientales de la época
actual, están directamente asociados con el modelo
de sociedad industrial la revolución tecnológica, aunque ha sido eficiente en
lo referente a aumentar y optimizar los procesos de trabajo desde un punto de
vista productivo, ha significado una fuerte alteración en el orden de las
relaciones ambientales, puesto, que la producción industrial está presionada
por un sistema económico basado en la capitalización de la productividad.
Estos elementos ya antes mencionados
como lo es el crecimiento tecnológico dentro de los países que poseen un buen
ambiente natural, el capitalismo implementa sus fuerzas productivas y lo
convierte en una nueva victima de la ambición de la transnacionalidad echar por
tierra a todo el ecosistema natural.
Se juzga que hombre se ha convertido
en el voraz destructor de la fuente natural de su propia vida, en su afán por
superarse y, que en cierta forma se siente un poco Dios; creador, inventor,
transformador, dueño de la vida, patrón del universo, se olvida que todas las
cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su
lugar en la rueda de la vida, que cada una tiene un rol.
En este sentido destruye su hábitat
con verdadera saña, como si odiara la bellísima morada en que vive, y a las
criaturas que le acompañan y viven con él. Acaba con las plantas que son su
abrigo, su alimento y medicina, sin el menor agradecimiento, sin la más mínima
consideración. Destruye y aniquila. Bombardea la tierra y todo ser vivo que se
le atraviese con fuerza destructora.
Y así pudiéramos hacer una relación
de cuanta cosa destruye y/o intenta destruir el hombre en su paso por la tierra
y cada generación, como si fuese la última que fuera a existir. Tanto es el
afán destructor del hombre, que intenta por igual destruir su pasado y el
pasado histórico, los patrimonios de la humanidad.
En Europa la naturaleza ya perdió la Batalla frente al Hombre,
mientras que en nuestra América Latina todavía hoy las fuerzas naturales se
oponen y luchan al avance de una civilización y que ahora muestra por todas
partes su rostro destructor y depredador.
Como dijo Friedrich
Holderlin “hay que tener respeto por la naturaleza esa es la clave de la
supervivencia de la
Humanidad y América Latina es todavía el reino de la
naturaleza y es por eso una región de resistencia y de esperanza”.
Como nos dice también
Pablo Neruda en su Canto General “esos pueblos indígenas a los que fue tan
difícil conquistar, hasta el punto de que muchos de ellos prefieren la muerte
en combate, a la sumisión, no son simplemente habitantes de la tierra, huésped
de la tierra, sino la tierra misma”.
Están los inconscientes que sólo
consideran vida, la única digna de conservarse, la humana, como si la vida no
fuera toda la naturaleza, de la que apenas somos una entre billones de especies
y formas de vida.
A los humanos nos tomó millones de
años convertirnos en la especie dominante que hoy arriesga su propia
supervivencia si no se detiene el acelerado proceso de destrucción de la
biosfera. Nuestra raza humana, cada uno de sus grandes grupos y cada uno de los
individuos que la formamos, deberíamos dejar llevarnos por el instinto de
supervivencia de la especie para prolongar su permanencia en el planeta. De eso
se ha tratado a lo largo de la existencia de la humanidad.
Los que habitan la Tierra enfrentan riesgos
reales y crecientes, la flora, la fauna y la humanidad (el hombre es también
autodestructivo). Se empeña en la destrucción social de las regiones, ataca a
la especie misma, se muestra peligroso por temperamento,
Hace guerras donde quedan millones de
muertos, consume drogas y estupefacientes, intercambia virus genéticamente
modificados, con lo cual se crea epidemias letales. Como ejemplo el SIDA. El
Periódico Médico Británico asegura que "el SIDA superará la peste negra
que sacudió al mundo en el siglo XIV".
El trabajo técnico y científico del
hombre calienta la Tierra,
el agente calorífico es el bióxido de carbono (CO2). Es consecuencia de la
industria petroquímica, de la combustión de carbón, gas y petróleo, y del
monóxido de carbono de los vehículos. Dados sus efectos, la temperatura
ambiental del Planeta aumenta, la nieve se derrite en las montañas, las áreas
polares se deshielan, el nivel de las aguas marítimas sube, en las zonas
templadas las personas muere de calor.
El agua, sustento de la vida, va desapareciendo,
se ensucian los ríos, mares y quebradas merman o se secan. En contraste caen
diluvios en amplias zonas de la
Tierra. El cuadro de inundaciones, ahogados y desaparecidos
es enorme. Los océanos reciben diariamente grandes cantidades de desechos
líquidos y sólidos, basuras y excretas, procedente de grandes y pequeñas
ciudades.
Las selvas, océanos selváticos,
fuentes de oxígeno y energía, depuradores atmosféricos, están atacadas,
intensamente quemadas, talados sus árboles naturales, intervenidas las cadenas
biológicas, aisladas las especies, dañadas sus poblaciones indígenas, alteradas
sus condiciones naturales. Las reemplazan con hatos ganaderos o cultivos
transgénicos que modifican genéticamente las plantas y alteran el ecosistema. La
caza y pesca industriales exceden la capacidad de reproducción de las especies.
El impacto del hombre sobre la Tierra equivale a una
colisión con un gran meteorito. Dadas estas condiciones, debemos declarar al
planeta Tierra en estado de emergencia, proponernos su sustentabilidad e
incorporarla dentro de nuestro planes, locales y globales, como área de
protección integral.
El hombre busca utilizar los recursos
que le brinda la naturaleza en su beneficio, y no está mal que se intervenga en
cierta medida en el ciclo natural, pero es necesario siempre respetar el
equilibrio interno elemental de la vida con el medio ambiente.